Arturo Prins
Señoras y caballeros, bienvenidos al Circo Prins: el extravío visionario de un loco, la fantasía de un niño que vuela, la disciplina y el camino del discípulo de una rara sabiduría de magos metafísicos.
Pasen y vean. En el circo hay varias pistas y distintas funciones en cada una de ellas. Pero en todas actúa el mismo Prins. Iluso malabarista, clown espontáneo, domador despreocupado y funámbulo simbolista. Más aún: un artista trapecista. A menudo dotado del genio de los románticos, de los poetas imaginativos, como un vagabundo que no supiera gritar, es pacífico en sus formas y poderoso en las imágenes que logra. Simples casi hasta parecer rústicas, cavernícolas. O bien delicado hasta los detalles casi invisibles, y expresivo hasta el fogonazo, hasta el disparo de litio justo encima de la nariz. Casi siempre desconcertantes. A menudo hipnóticas.
También comprobarán que, de vez en cuando, cuando la señorita musa o la señorita amor se largan, Prins saca un disfraz del cajón de las fieras del arte y vomita manchas y formas que dan lugar a cuadros feos, fracasados, derrotados.
Y que, más a menudo, se pone el atuendo de prestidigitador para, de un cuadro fallido como una chistera rota, sacar composiciones geniales, arreglos improbables en cualquier otro ilusionista: racimos imposibles de diamantes en el núcleo cerrado de una roca de carbón para encender barbacoas.
De ese modo es como inventa un fuego ascendente-descendente del que brotan pagodas flotantes cuando la Pintura se cae de la superficie de plástico de un cuadro mal calculado.
Obra de Arturo Prins
- Arturo Prins
- Buenos Aires, 1972
Señoras y caballeros, bienvenidos al Circo Prins: el extravío visionario de un loco, la fantasía de un niño que vuela, la disciplina y el camino del discípulo de una rara sabiduría de magos metafísicos.
Pasen y vean. En el circo hay varias pistas y distintas funciones en cada una de ellas. Pero en todas actúa el mismo Prins. Iluso malabarista, clown espontáneo, domador despreocupado y funámbulo simbolista. Más aún: un artista trapecista. A menudo dotado del genio de los románticos, de los poetas imaginativos, como un vagabundo que no supiera gritar, es pacífico en sus formas y poderoso en las imágenes que logra. Simples casi hasta parecer rústicas, cavernícolas. O bien delicado hasta los detalles casi invisibles, y expresivo hasta el fogonazo, hasta el disparo de litio justo encima de la nariz. Casi siempre desconcertantes. A menudo hipnóticas.
También comprobarán que, de vez en cuando, cuando la señorita musa o la señorita amor se largan, Prins saca un disfraz del cajón de las fieras del arte y vomita manchas y formas que dan lugar a cuadros feos, fracasados, derrotados.
Y que, más a menudo, se pone el atuendo de prestidigitador para, de un cuadro fallido como una chistera rota, sacar composiciones geniales, arreglos improbables en cualquier otro ilusionista: racimos imposibles de diamantes en el núcleo cerrado de una roca de carbón para encender barbacoas.
De ese modo es como inventa un fuego ascendente-descendente del que brotan pagodas flotantes cuando la Pintura se cae de la superficie de plástico de un cuadro mal calculado.
- Arturo Prins
- Buenos Aires, 1972
- “New York” 2011
- Acuarela/Papel 30 x 40 cm
- Ref: 00238
- 300 €
- Arturo Prins
- Buenos Aires, 1972
- “Bite New York”
- Papel 40 x 30 cm
- Ref: 00237
- 300 €
- Arturo Prins
- Buenos Aires, 1972
- S/T
- Escultura/Óleo/Lienzo 40 x 30 cm
- Ref: 00107
- 1.800 €